Mi padre fue una persona muy humanitaria y humilde, eso se lo inculcó mi abuelo que llegó en vapor desde Italia y se enamoró del Perú, mi papá nació en Lima, la capital y desde muy pequeño mostró mucho amor por la naturaleza. Vivió con mi abuela en la sierra del Perú y eso lo llevó a conocer la vida de la gente del ande, los campesinos, los humildes que en su pobreza saben vivir felices. Montó caballo, mula, convivió con la gente de las frías alturas, les daba restos de su comida a los perros bravos que criaban los aldeanos. De ahí su afición por la guitarra y la música vernacular, el huayno, los yaravíes, y estando en la capital, el bolero y la música criolla, amaba oir el arpa y violín ayacuchanos. Odiaba las corridas de toros y muchas veces se enfrentó con sus organizadores. Bajo de estatura pero con sus ojos azules era todo un galán, fue gerente de una empresa Transnacional y muy estimado por sus superiores y compañeros de trabajo. Para mí fue un buen papá. Lo que no tuvo en su dura infancia nos lo dio a nosotros desde muy pequeños, regalos, juguetes y sobre todo, libros. Duro de carácter, estricto, me llevé muchas palizas por travieso. Católico hasta los huesos. Lo extraño un montón, su presencia, sus consejos, era mi padre y el mejor amigo.