Los berrinches y las desapariciones no resuelven nada. Estas acciones evitan el problema subyacente. La persona que se va no expresa lo que le molesta, y la que se queda no entiende qué pasó ni por qué.
Crean resentimiento. Cuando los problemas no se abordan, se acumulan. La persona que se va puede sentirse incomprendida, y la que se queda puede sentirse frustrada, ignorada o poco valorada. Esto erosiona la confianza con el tiempo.
Dañan la comunicación. Este patrón de comportamiento enseña a ambas partes que la evasión es la forma de manejar los conflictos, en lugar de una comunicación abierta y honesta. Es un ciclo destructivo que impide el crecimiento de la relación.
Impiden el crecimiento. Las relaciones sanas se construyen sobre la capacidad de enfrentar desafíos juntos. Hablar permite a ambas partes aprender del conflicto, entenderse mejor y fortalecer su vínculo.
Muestran inmadurez. Actuar así denota una falta de herramientas para gestionar emociones y conflictos de forma constructiva.